Fuente: «Vanity Fair» de 8 de marzo de 2018
Autora: Mónica Parga
El acoso sexual: ¿y por qué no denunciaron antes?
Desde las revelaciones de The New York Times y The New Yorker del pasado octubre sobre los presuntos acosos cometidos por Harvey Weinstein, centenares de mujeres (y hombres) han hablado por primera vez de experiencias personales como víctimas del acoso sexual en todo tipo de ámbitos, desde Silicon Valley hasta el Parlamento Europeo, la industria automovilística, el sector de la moda, los clubs de caballeros londinenses o el equipo estadounidense de gimnasia deportiva.
Estos testimonios llegan tras años de silencio, e incluso décadas en algunos casos.
Fue hace 20 años cuando Weinstein invitó a Ashley Judd a su habitación de hotel y la recibió en bata, sugiriéndole que lo observara mientras se daba una ducha, relató la actriz en octubre.
Fue a principios de los noventa cuando el productor intentó propasarse con Uma Thurman, denunció la intérprete este mes.
Leticia Dolera tenía 18 años cuando un director tocó su pecho sin consentimiento.
Gwyneth Paltrow contó que tenía 22 años el día que Weinstein se propasó en un hotel.
Una gimnasta afirma que el médico Larry Nassar abusó sexualmente de ella en 1994 (y un centenar de mujeres más).
La presentadora francesa Flavie Flament sostiene que el fotógrafo David Hamilton la violó en los ochenta, cuando era menor.
Las acusaciones contra el presentador televisivo Charlie Rose se remontan a finales de los noventa.
La figurinista Yvonne Blake y actual presidenta de la Academia del Cine reveló que fue violada por un productor americano hace más de medio siglo.
La lista de casos destapados en los últimos meses, pero supuestamente cometidos tiempo atrás, es larga.
Las victimas y el complejo proceso psicológico y judicial
Ante las numerosas noticias en los medios de comunicación sobre el movimiento #MeToo y los testimonios que ha desatado, la reacción típica de muchos ha sido preguntarse: «¿Y por qué no denunciaron antes?». Encontrarán esta frase en las respuestas de Facebook a cada nueva revelación sobre el tema y en la sección de comentarios de los diarios digitales que están cubriendo el fenómeno.
La cuestión, legítima en sí, lleva implícita en algunos casos cierta desconfianza hacia la honestidad de las víctimas, y parece señalar que sus testimonios responden a algún tipo de interés oculto propiciado por el momento (conseguir notoriedad, beneficio económico…)
Buscar una respuesta a esta pregunta, sin embargo, pone el foco sobre el complejo proceso psicológico y judicial que vive una víctima de acoso sexual cuando se plantea denunciar.
«Normalmente las víctimas llegan ante los tribunales tras años de sufrimiento y con trastornos psicológicos y psicosomáticos de larga duración. Y antes o después, alguien plantea….¿Y si esto era así… por qué no denunció antes?», señala Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga forense del IPIC (Instituto de Probática e Investigación Criminal), en entrevista con Vanity Fair.
«Para una mujer es muy difícil denunciar cualquier cosa de este tipo, y si encima es en el ámbito laboral, el miedo a no ser creída, la vergüenza, o el temor a las represalias hacen que determinadas situaciones sean insoportables», añade Susana Gisbert, fiscal especializada en violencia de género y portavoz de la Fiscalía Provincial de Valencia.
Estas son algunas de las respuestas a la eterna (e injusta) pregunta, explicadas por psicólogos, abogados y una fiscal especialista en género.
1. PRIMER PROBLEMA: NO ES TAN FÁCIL DETECTAR CUÁNDO SE ESTÁ SUFRIENDO ACOSO
Aunque en algunos casos se puede percibir una situación de acoso sexual rápidamente cuando los hechos son muy evidentes, muchas veces las víctimas pasan por varias etapas hasta asimilar y enfrentarse a lo que han vivido.
«La primera fase es la desorientación. La persona no se explica por qué le está ocurriendo a ella y suele esperar que ante su indiferencia a las insinuaciones la situación pase sola», explica Gutiérrez Salegui. «De hecho si las insinuaciones son muy sutiles puede darse la situación de que la víctima se plantee si realmente su percepción es real o está sacando las cosas de quicio, y esto es una consecuencia de haber normalizado cierto nivel de cosificación y de paternalismo hacia la mujer en todos los ámbitos».
Selma Blair afirmó el pasado octubre haber sufrido acoso por parte del director de cine James Toback, que llegó a ser acusado por cerca de 40 mujeres más por situaciones similares. «Me sentí atrapada», declaró a la edición estadounidense de Vanity Fair mientras recordaba cómo fue el ataque que sufrió en la habitación de su hotel en lo que ella creía que era un cásting. «No sabía cómo salir de allí sin montar una escena. ¿Acaso era todo imaginación mía?»
Aquí también influye el hecho de que la definición de acoso sexual no está del todo interiorizada por la sociedad. «El primer día de clase en la universidad les pregunto a mis alumnos qué creen que es el acoso sexual, y la mayoría contesta que algo parecido a una violación encima de la fotocopiadora. Eso es algo completamente equivocado», relata Iñaki Piñuel, doctor en psicología e investigador especializado en la evaluación y la prevención del acoso psicológico en el trabajo y el bullying. «El acoso sexual no tiene que ver con eso, aunque eso también es ilegal, claro. El acoso sexual va desde los comentarios, las miradas, las frases de contenido sexual inapropiadas, hasta el punto de crear un entorno de corte sexual en el trabajo, todo es considerado por la doctrina como acoso sexual, aunque no haya ningún contacto físico», explica Piñuel. «[Las víctimas] empiezan a generar secuelas psicológicas y psicosomáticas, y no identifican el problema del acoso sexual porque no las han tocado, no las han violado«.
2. LA AUTOCULPABILIZACIÓN
Otra reacción común entre la víctima que retrasa la denuncia es sentir que ellas mismas han provocado o dado pie al acoso. «Inconscientemente, se autoresponsabiliza y toma una actitud activa de evitar las situaciones potencialmente que ella cree que pueden ser de ‘riesgo’, como quedarse a solas con esa persona, evitar determinadas formas de vestir… Esta postura lleva a analizar constantemente las propias acciones, el entorno, las reacciones del acosador, convirtiéndose en una situación obsesiva con pensamientos circulares», apunta la psicóloga forense Gutiérrez Salegui. «En este punto la afectación psicológica provoca que aparezcan los primeros síntomas, problemas de sueño, ansiedad e incluso síntomas psicosomáticos».
3. EL MIEDO A NO SER CREÍDO
«La víctima suele tender a no hablar con nadie de lo ocurrido por múltiples motivos, miedo a no ser creída, miedo a ser señalada como conflictiva, miedo a que se piense que ella provocó la situación y porque piensa que si no se hace público la situación quedará ahí y no tendrá más consecuencias», explica Gutiérrez Salegui.
«Normalmente, si los acercamientos son más burdos o hay una respuesta por parte de la mujer, como: ‘no me toques’, ‘déjame en paz’ ‘no sé a qué viene que me hables de mi cuerpo’ o ‘no pienso cenar, salir, etc, contigo’, la respuesta por parte del agresor suele ser: ‘eres una histérica’, ‘no sé qué has pensado pero te confundes’ o ‘¿quién te has creído que eres?”, añade.
En el caso de Larry Nassar, el médico del equipo estadounidense de gimnasia deportiva que se declaró culpable de haber abusado de más de 150 menores, la madre de una de las víctimas, Rachael Denhollander, se preguntaba en una carta abierta cómo pudo suceder aquello durante más de 30 años. “Los depredadores confían en la protección de la comunidad para silenciar a las víctimas y mantenerlas en el poder», declaraba en la misiva. «Con demasiada frecuencia, nuestro compromiso con nuestro partido político, nuestro grupo religioso, nuestro deporte, nuestra universidad o un miembro prominente de nuestra comunidad nos hace elegir no creer o alejarnos de la víctima.”
4. EL PODER DEL ACOSADOR O POR QUÉ NADIE HIZO NADA «SI TODO EL MUNDO LO SABÍA»
Una de las cosas que más sorprendieron en el escándalo Weinstein fue cómo la industria de Hollywood estaba al tanto de los excesos del productor en cierta medida pero no alzaron la voz. «Los acosadores están en una situación de poder, y aquellos que podrían denunciar saben que ese poder podría caer contra ellos. No es porque no lo sepan, pero dicen: ‘¿quién le pone el cascabel al gato?’ En el mundo de la empresa estos casos son secretos a voces, pero nadie denuncia ni plantea una queja», añade el psicólogo Piñuel. «El acosador es siempre alguien que tiene un poder, por eso acosa, [y utiliza ese poder] para eliminar a la persona que se atreva a demandar o denunciar«. En el caso de Weinstein, se descubrió la compleja maquinaria supuestamente desplegada por el productor para aniquilar a sus víctimas a través de amenazas, espionaje, indemminaciones y acuerdos de confidencialidad que taparon durante años cualquier atisbo de denuncia contra él.
5. DESPROTECCIÓN EN LA EMPRESA
En los últimos años y sobre todo a raíz del escándalo Weinstein y el movimiento #MeToo, numerosas empresas han fortalecido su política de acción contra el acoso sexual. Estos protocolos, sin embargo, solo suelen ser aplicados en grandes compañías, y en España, las PYME representan el 97% del tejido empresarial, por no hablar del número de autónomos (cerca de dos millones a fecha de diciembre de 2017, según datos del gobierno).
«Se supone que los juzgados deben ser el último recurso de solución del problema de acoso», explica Gutiérrez Salegui. «La normativa sobre prevención de riesgos psicosociales, que es de obligado cumplimiento, exige a las empresas a tener un protocolo contra el acoso, laboral y sexual, pero como salió publicado recientemente, el 85% de ellas carecen de un plan de prevención y un protocolo de actuación. Y en otras ocasiones, aunque exista, el trabajador no conoce cuál es la forma adecuada de ponerlo en marcha».
¿Suelen atajar las empresas el problema del acoso sexual de manera efectiva? La respuesta de Piñuel es tajante: «No. Dicen que tienen protocolos pero es muy difícil que una denuncia interna por acoso sexual llegue a ninguna parte. Los expedientes duermen el sueño de los justos durante meses o incluso años, y cuando finalmente toman medidas no se puede acreditar. Por eso, las víctimas, ante la situación de acoso, no denuncian, porque puede ser incluso peor, porque se termina cargando contra la víctima como si fuera a ser una persona conflictiva, que denunció falsamente, o por haberlo provocado».
El acoso sexual en una empresa pequeña
«En una empresa pequeña es muy difícil plantear este problema y más complicado aún que la misma se haga cargo extrajudicialmente, pues en muchos casos coincide que el acosador sea el dueño o administrador de la sociedad. Si la víctima finalmente se anima a iniciar el trámite judicial, se encuentra con una situación casi peor, porque durante el trámite tiene que continuar trabajando en el mismo entorno en el que se está produciendo el acoso.» explica Pilar Cascón Ansotegui, abogada laboralista de Estudio Jurídico Almagro. «Aunque existen algunas empresas, las grandes, que tienen Protocolos de Acoso a los que acudir para denunciar estas situaciones, la mayoría de ellas no, por lo que la víctima puede solicitar la ayuda de un abogado para que se dirija a la empresa y remediar la situación de forma amistosa y extrajudicial, siempre que el acosador tenga un superior dispuesto a escuchar. Si con esta denuncia interna no se obtiene el resultado deseado, no queda más remedio que acudir a un procedimiento judicial en el que al menos se contará con algo más de prueba de la situación que sufre, aunque en muchos casos, lamentablemente la víctima termina por presentar la baja voluntaria, quedando impune el acoso sufrido», señala Cascón.
Del caso de Louis C.K., el cómico acusado de comportamiento sexual inapropiado hacia varias mujeres, sorprendía la reacción de su mánager, según reveló The New York Times, quien expresó su descontento cuando se enteró de que dos de las víctimas estaban hablando abiertamente del incidente que habían vivido con él, lo que causó que ambas mujeres temieran por su propio trabajo.
También en Old Vic, el teatro donde trabajaba Kevin Spacey, estaban al tanto de los acosos del actor. «Todos hicimos que se mantuviera en silencio», dijo un antiguo empleado. Tras revelarse las acusaciones contra el intérprete, numerosos trabajadores del teatro denunciaron que la empresa ignoró sus quejas y miró para otro lado.
Aunque el presentador Bill O’Reilly acumulaba varios acuerdos e indemnizaciones con sus supuestas víctimas de acoso, uno de ellos por 32 millones de dólares, la cadena Fox le renovó el contrato por 25 millones de dólares.
6. LA DIFICULTAD DE APORTAR PRUEBAS
«El problema es que estas denuncias generalmente solo tienen una prueba, que es el testimonio de la víctima«, señala Susana Gisbert, fiscal de violencia de género. A veces, explica la fiscal, a este testimonio se pueden sumar voces de otras personas: «A lo mejor nadie ha visto que esa mujer ha sido acosada, pero sí que la llamaba mucho, por ejemplo. Aunque no sean testigos directos del acoso, pueden presentarse como pruebas periféricas. También puede haber pruebas biológicas, como sucedió con Mónica Lewinsky» (el famoso vestido azul que había guardado).
La psicóloga forense añade: «En las agresiones sexuales se puede, aunque no siempre, encontrar pruebas físicas, como lesiones, pelos del agresor, semen. La ausencia de estas pruebas no significa que la agresión no se haya producido [al igual] que la presencia de las mismas no es prueba automática de agresión sexual. Eso es algo que deben determinar los jueces».
Otra manera de probar el acoso son los informes psicológicos y/o médicos. «A veces es posible que la persona no cuente lo que está ocurriendo hasta pasado un tiempo o hasta que algo haga que ‘se desborde el vaso”’, y que además durante todo ese tiempo, como una acción instintiva, haya roto las notas, borrado mails o mensajes, o que estos no existan», explica la psicóloga forense Gutiérrez Salegui, «pero el daño sufrido ha podido dejar huella en la historia clínica: consultas por problemas de sueño, problemas digestivos, ansiedad, infecciones recurrentes. Todo ello son indicios de un estrés continuado».
«Si se denuncia por acoso y en la sentencia es absuelto por falta de pruebas, (si se va por penal, no por laboral), [el acosador] lo que va a decir no es que ha sido absuelto por falta de pruebas, sino que era una denuncia falsa, lo que se vuelve en contra de la víctima, y eso es algo terrible», continúa Gutiérrez Salegui.
7. EL TEMOR A PERDER EL TRABAJO
«Las mujeres, al ser en el ámbito laboral, hay un componente económico clarísimo: el miedo a perder el trabajo», señala la fiscal Gisbert. Poner una denuncia, además, puede suponer un coste financiero que no todas las víctimas tienen la capacidad de asumir. «A veces, si es un superior quien ejerce el acoso se tiende a recurrir una y otra vez para que la víctima acabe desistiendo por agotamiento o falta de medios económicos, no olvidemos que pagar abogados, procuradores y buscar buenos peritos judiciales cuesta dinero y cuanto más se alargue más difícil le resultará a la víctima hacerse cargo de ello y más agotador emocionalmente», explica Gutiérrez Salegui.
«Incluso en caso de condena, si el acosador es un compañero o un superior, tristemente, como en el caso de la violencia de género, las que suelen tener que irse son ellas«, explica Gutiérrez Salegui. «Además, aunque se le ofrezca la readmisión en el puesto de trabajo, en caso de que haya habido un despido improcedente, muchas veces no lo aceptan porque se sienten señaladas o no quieren volver, día tras día, al mismo escenario donde han sido acosadas».
Mira Sorvino rechazó a Harvey Weinstein y acabó siendo vetada por el productor en películas tan importantes como El señor de los Anillos, algo que afectó a su carrera como actriz y le negó muchas oportunidades de prosperar. Cuando se enteró de esto, cuenta, comprendió muchas cosas.
Estos análisis, lejos de pretender disuadir que las víctimas denuncien, evidencian los fallos de un sistema que permite que el acosador mantenga una posición privilegiada, a nivel social, empresarial y judicial. Por ello, ser capaz de exclamar #MeToo con libertad es algo tan revolucionario.